sábado, 20 de febrero de 2010

Cuando el verano asoma…

… la mierda aflora. El otro día salimos a caminar con mamá y Dalí. Mientras que caminábamos por la calle en fila india, a los gritos, pegadas a los autos estacionados para esquivar a los hijos de puta que no pueden sacar la manito de la bocina y tratando de hacer oídos sordos, mamá dice: “Qué lindo aire que se respira!”. ¡¡¿¿Qué lindo aire que se respira??!!

¿A cuál de todos se referirá? ¿La contaminación, el olor de la basura putrefacta en la calle o el olor de la gente producto de que hace 30° de calor y se visten como si estuviesen en el polo norte porque aún estamos “técnicamente” en invierno?

Me pregunto si la relación con el Cairo es directamente proporcional al tiempo que uno pasa en esta ciudad. Los días pasaron, y mientras que pasaban, mamá dejó de saludar a los vecinos, dejó de sonreírles y, bajo mi buen consejo, empezó a arrimárseles con Dalí… cuestión de espantarlos!  Y sí, los egipcios no se acostumbran a la convivencia con tremendo peludo con cara de “yo no fui”. Y cuando una sale a la calle con Dalí, se siente totalmente empoderada. Es un nuevo hallazgo que habrá que enviar a la Comisión de género de las Naciones Unidas: mujeres, cómprense un perro.

Los días pasaban, y mamá empezó a observar que, desde la terraza, no se pueden ver más que dos o tres calles a la redonda… porque el resto, está tapado por el smog. Hasta los árboles se ven grises. Mi abuelo, cuando estuvo aquí, la apodó “la ciudad de los sepias”.

Y mientras los días siguieron pasando, mamá empezó a putear (como buena argenta… a alguien tenía que salir): de los malos tratos, de los bocinazos, de que te empujen, de caminar sobre la calle, etc. Y empezó a escuchar mis sabios consejos, dejó de criticarme de intolerante y se puso en plan de defensa.  Empezó a caminar por el medio de la calle, para que los autos no pudiesen pasar, y al menor bocinazo, seguía caminando como si nada, para reventarlos de odio. Y cuando un hombre venía caminando en dirección de “choque” y no teníamos a Dalí, no nos íbamos a correr, nos preparábamos para tumbarlo.  Y si Dalí estaba, también nos les tiramos encima con el perro, para ver como se cruzaba de calle espantado.

Mamá sobrevivió. Como cualquier animal, o te adaptas, o pereces.

Sil, Gretel, la tía Clau, el tío Pilo, el tío Adri y mamá han hecho que el invierno pasara volando… y ya llegó el calor, el verano se asoma (aunque técnicamente la estación de invierno no termina hasta el 21 de marzo!). Pronto empezaremos a usar el aire acondicionado, a salir de noche y a recluirnos de día.

Con tantos seres queridos, el tiempo pasó como una ráfaga. Se los extraña, pero nuevos amigos llegan ya para hacer que la vida en El Cairo sea menos dañina y más placentera. Reírnos juntos de la polución es más fácil… ¿Será?

 

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