O manual de sobrevivencia para una recién casada…
Así estaban las cosas: después de un mes sin escribir nada, y con pocas ganas de escribir, me encontré en Internet con mi amigo Artur. Preocupado, me pregunta por la actualización del blog. ¿No están cansados de leer críticas, ironías y demás yerbas de un pobre Egipto? ¡Siempre escribo lo mismo, hasta yo me aburrí de mí misma! No, me responde. Me cago de risa, seguí escribiendo.
Me niego rotundamente a convertirme en la Maitena del mundo egipcio. Y por lo tanto, voy a escribir a continuación mi “contra-maiteneada” de mi vida diaria en Egipto.
Lo estuve pensando toda la semana. Prohibido pensar en cagadas, mierdas o desechos patológicos. ¿Qué es lo más hermoso de vivir en El Cairo? Algo debía tener… El misterio de mi vida diaria se devela.
Me levanto generalmente a las 7 de la mañana. Mi semana empieza el Domingo, no el Lunes. En esta parte del universo, la semana va de Domingo a Jueves, Viernes y Sábado descanso. Antes de que suene el despertador, me despierta el canto de los pájaros (o Dalí). Si, no es verdad que no hay pájaros y criaturas bellas en El Cairo. Uno sólo debe estar en un estado de inconsciencia profunda (semi-dormido), para darse cuenta que detrás de todos esos bocinazos, hay pájaros cantando. Es una sensación bellísima levantarse con la Naturaleza a pleno.
Pero como dije, generalmente Dalí empieza a llorar que quiere salir del balcón porque se mea. Así que voy, le abro la puerta del departamento y se va solito a la terraza (si, mi perro es un genio). Dejo la puerta abierta, por supuesto, porque acá no sucede nada ;o) (eso es lo mejor de Egipto). Con la puerta abierta de casa, y Dalí arriba en la terraza, regreso en paz a la cama, a dormir unos minutos más, a tratar de volver a mi estado de inconsciencia y sentir el placer de los pájaros cantando. Mientras que entro en trance, unos 15 minutos después, Dalí vuelve. Lo sé porque me está lamiendo una mano o un pie. Me levanto, le doy de comer, le pongo agua, voy al baño, cierro la puerta de casa y me encamino a desayunar.
Luego de estar vestida y lista, le doy un besote a Ramy, le deseo un lindo día (generalmente no responde, está en estado de trance), y a las 8 estoy en la escuela.
El camino a la escuela son simplemente 4 cuadras. Ya tengo los minutos contabilizados. Con algún hijo de puta que intente suicidarse contra mi persona con su auto, puede llevarme cuanto mucho, 7 minutos a paso firme. Pero si sacamos todos los “inconvenientes”, el camino es maravilloso.
Tampoco es verdad que está lleno de mugre o que no hay verde. Depende de hacia dónde uno observe. Sí, no “cómo” uno observe, sino “hacia dónde”.
En esta sociedad, está prohibido mirar a los ojos, por lo cual ya me había habituado a mirar hacia abajo todo el tiempo. Por eso, no veía más que mierda, basura, gris … y residuos patológicos varios. Ahora, con mi nueva política de “extranjera-me-chupa-todo-un-huevo”, decidí empezar a mirar hacia arriba. Por arriba de mis hombres hay árboles verdes, montones! Descubrí que hay tanto verde, ¡por todas partes! Hasta podría jurar que estoy en el medio del Parque Independencia (…¡las ganas!). Mi problema es cuando llego al cruce de Avenidas. Cruzar es una locura y no hay más buena onda de mi parte que yo le pueda poner, para obviar el hecho de que esta gente está completamente de la cabeza!!!
Cruzo. Al policía obviamente le chupa un huevo si me matan, si quedo parapléjica o si me estrolan contra un árbol. Él simplemente está ahí para cuidar que nadie ocupe las dobles-filas que el “alquila” al mejor postor del día. En fin… nada de “maiteneadas” dijimos.
Visto y considerando que no hay veredas, y que odio caminar por una Avenida al lado de los autos – teniendo en cuenta que la mayoría están locos –, camino por el medio, es una especie de “calle”, en donde debería haber árboles, pero solo hay pavimento. Si, adivinaron, debería llamarse Boulevard, pero bueno, eso es anecdótico.
Dos cuadras después, llego a la escuela. Allí, todo es un mundo de diversiones y buenos momentos. Los chicos son extraordinarios, los adultos un poco despelotados, pero todo marcha de diez.
Alrededor de la 1, 2 de la tarde (depende del día), marcho de regreso a casa. Siempre mirando hacia arriba, por supuesto (y sin tener en cuenta que mis mocos salen negros… por la contaminación que ya ha entrado a mis pulmones). ¡Basta de maiteneadas carajo!
Si no hay mucho laburo, duermo una siesta, como algo si es que no comí en la escuela y sino me pongo a traducir. Ramy ya se fue. Entra a las 12 a la clínica. Y mi tarde solía transcurrir así, sola y bastante aburrida. Hasta que después llegó Dalí, que me tiene bastante ocupada. Salimos a caminar, hay que abrirle la puerta para que vaya a la terraza. Una actividad de locos!
Y últimamente me di cuenta que a mi vida le hacía falta algo sumamente imprescindible, la cotidianidad de todos los días en Argentina: música. Si hay algo a lo que Egipto me tiene bastante mal acostumbrada, es el hecho de que no hay reglas. A mis vecinos les chupa un huevo el volumen u horario de la música. Y aquellos pocos egipcios que viven en el edificio, están más preocupados por Dalí que por cualquier fiesta ruidosa que podamos hacer.
Así que Ramy me consiguió este sitio fabuloso: http://listen.grooveshark.com desde donde se puede escuchar gratuitamente prácticamente TODO. Así que mientras laburo, tomo la leche, limpio (algo, si ya nos conocemos) o cocino, Paul, John y U2 me acompañan todos los días.
Para escaparle al calor, Dalí y yo salimos a caminar tipo 7. Ya somos famosos, casi como celebridades. Ya me hice varios “amigos”: Sayd, de 10 años, sus padres (que son porteros del edificio en frente de casa), mi estimadísima amiga egipcia (cuyo nombre no conozco – portera de un edificio a 4 cuadras de casa), los señores que atienden un puestito en la calle a 6 cuadras de casa, otros 2 porteros mas a 8 cuadras de casa y varios niños de la cuadra que no pueden creer que están tocando un perro. Y no nos podemos olvidar de mi amigo el verdulero, a 3 cuadras de casa.
Tipo 8 – 9 llega Ramy. A veces salimos a pasear o al cine, a veces comemos en la camucha (nuestro ritual sagrado) y a veces nos hacemos muchos mimitos (la mejor parte hehehe). Y a veces, todo en el mismo día (mucho mejor aún!). Si salimos, a la vuelta ahí está él, mi amigo el verdulero. Se queda generalmente hasta las 4 o 5 de la mañana, hasta que venda la última banana o la última naranja que haya traído ese día del campo. Vuelve, carga su changuito, y bicicleteando regresa hasta el centro. Gracias a él compré a “Florencia”, mi planta de albahaca. Es un viejo adorable.
Y así transcurre la vida, entre las pequeñas cosas y los pequeños personajes de todos los días. Los amigos y las actividades sociales son para el fin de semana, la verdad que durante la semana vivimos laburando. Y yo bastante encerrada, en mi torre. Sinceramente salir se me hace imposible, insoportable. No aguanto más un solo “bip-bip” de los autos. Caminar a las 5 de la tarde es como una guerra campal, entre mi vida y los hijos de puta de los automovilistas. El concepto de “hora pico”, en una ciudad de 17 millones de personas, no existe: es una constante entre las 9 de la mañana y las 6 de la tarde. Un verdadero calvario.
Pero la vida sigue y el tiempo pasa rapidísimo. Camino a la mañana hacia a la escuela y pienso en todo lo que extrañaré. Ahora que empieza la cuenta regresiva, tengo que agradecer a todas estas personas que con su presencia han sabido cambiar mi pequeña cotidianidad en este país…. Y a Dalí por supuesto, mi gran amigo y compañero, siempre dispuesto a sacarle la lengua a cualquier egipcio que se me acerque (él quiere darles un beso, pero ellos, no lo saben… y salen despavoridos).
Señoras, nada de burka: cómprense un perro. Todo lo demás se soluciona con un poco de música… y un extraordinario compañero humano ;o)
R
Un fin de semana entre amigos, jugando al Pictonary
Fin de semana en familia: los Calcagno-Nasr secando a Dalí después de su baño (si, lo que ven atrás es el polvo cotidiano de todos los días)
Los muchachos del almacén: los pibes laburan gratis, solo cobran propinas de lo que uno les da por traerte las cosas hasta tu casa. El rubro “almacén” es estrictamente para los hombres, como tantas otras cosas en este país.
De derecha a izquierda: Nati (mi prima), Carli (mi prima), Jade (mi amiga de Canadá) y yo, listas para ir a visitar las mezquitas (es obligatorio que todas las mujeres entren cubriéndose la cabeza), en la entrada de casa. Dalí en el fondo, creo que preocupado por nuestra degeneración… ¡Chicas las extraño mucho!
Con Carli y Nati, en la esquina de casa. Como verán, no hay veredas y/o los autos están por encima de la vereda… ¡pero sí hay árboles!
R&R esperando, sentado en la calle, mientras las chicas visitaban una mezquita. Si observan, la gente vestida de invierno. Ese día, hacía por lo menos… ¡20° de calor!