viernes, 19 de noviembre de 2010

Las canas, ¿un signo de argentinidad?

Antes de volver de Egipto, allí estaba: un fino cabello, justo al frente de mi cabeza, se iba decolorando lentamente. En principio pensé que eran razones de stress, pero finalmente me di cuenta que no había remedio: los años, nos llegan a todos. Y aunque las canas no sean un mal que esté entre mis genes (al menos no de joven), decidí aceptarla con cariño, símbolo de mi lucha contra un país que me volvía, literalmente, loca.

Ahora, recién llegada a la India, es la primera vez en mi vida que no quería volar, salir de mi pequeña Argentina que me acaba de recibir y me acoge con mucha hospitalidad. Es la primera vez que anhelo volver a casa cuanto antes: ¿será que estoy impaciente por la llegada de Ramy?

Este viaje no me tomó de sorpresa, pero por alguna cuestión oculta, prejuzgué a la India desde el primer comienzo... y prejuzgué mal. Por lo menos las primeras impresiones, las humanas, que son las que cuentan, van viento en pompa. Y si, adentro de un hotel, la hospitalidad india es maravillosa... Pero mi casa... anhelo mi rinconcito en frente del Paraná, el aire puro, el canto de los pájaros, los próximos dos domingos con los viejos y un buen asado, el calorcito del verano que ya se deja sentir... ¿cómo puede ser que sienta la argentinidad a casi 28 años de vivirla? Será que la argentindad es como las canas: llega con los años; es un título que se honra, o se tiñe de otros colores, no hay puntos intermedios. Déjalo o tómalo.

Bueno, ahora los dejo, parto a mi primera aventura por la India, a recorrer los mercados y a regatear... ¡que de eso vengo bien entrenada de Egipto!

Hasta pronto,
R