Puerta de la India, construida por los ingleses
Esta semana intenté juzgar a la India lo menos posible, especialmente compararla con Egipto, aunque la pequeña argentinita dentro de mí se relamía por un poco de maldad.
Regateando para tomarnos un “tuc tuc”, el servicio “público” de transporte más común en Nueva Deli
La India... ¿qué decir de un país donde uno ha sufrido cagadera severa durante 14 días? ¿Se puede decir otra cosa más que... QUE TREMENDA CAGADA?! El evento sensacional, la amistad, las risas y las aventuras impagables, pero la India me deja un gusto amargo, un olor medio a podrido que de alguna manera me vuelve a transportar a El Cairo.
Bienvenida en la casa de Nehru
Es injusto comparar dos países: uno en el que viví durante un año y medio, el otro al que observé en gran parte desde la habitación de un hotel y habiendo visitado básicamente una sola ciudad: Nueva Deli. Pero pequeñas experiencias y aventuras con amigos nos permitieron ver un poco más allá.
Sería un cliché decir que la India es un país pobre, injusto, lleno de miseria y mugre. No es novedoso: es un país más del décimo tercer mundo, ese mundo del que los argentinos nos llenamos la boca hablando pero que ni siquiera podemos imaginar. Este es el tercer mundo EN SERIO, sin medias vueltas ni "peros" positivos: acá se sufre, se muere, se mata y se sobrevive todos los días y sin excepciones.
En nuestra visita comunitaria con mi buen amigo Osama
También sería un cliché contarles que vi vacas caminando por las calles, elefantes, monos y ardillas. Que los indios son una sociedad sumamente diversa pero pintada con un solo pincel: el de la miseria, el cansancio, la injusticia y el masoquismo de quienes lo ven todos los días pero dan vuelta la cabeza. Sin embargo aquí, aunque quieran girar, el olor a mierda se siente en todas partes: el 80% de los ríos del Asia están contaminados y la India no es una excepción. No respirar el olor a podrido en plena urbe o en el campo no es nada más ni nada menos que un privilegio que ni las castas más altas pueden disfrutar. Porque cuando uno se caga, lo sienten todos.
Vivir en un área con desagote no es un privilegio sino un premio de pocos millonarios. Abrir la canilla y ver agua transparente, lista para ser bebida un imposible, y salir de la ducha sintiéndose limpio es un dulce recuerdo argentino. Aquí, en un hermosísimo hotel de 5 estrellas al lado del aeropuerto, el agua de la ducha es con suerte amarilla, la de la canilla del baño huele a azufre podrido y cada vez que tiro la cadena cierro los ojos y me tapo la nariz: entre el agua del inodoro y mis cagaderas, no sé con qué quedarme.
La India impresiona, y uno intenta recordar Egipto, todo lo que ha puteado y se ha enojado, y pareciese ahora un dulce pasado de primos lejanos. A nosotros que venimos de países subdesarrollados, la pobreza nos parece tan natural como la locura de vivir en países sumamente ricos, en términos de recursos, llenos de niños que se mueren de hambre. Pero en la India, esto es difícil de explicar.
En el área rural – esta no es la casta más baja
La India está basada en castas: un estigma que se escribe en el certificado de nacimiento de uno, junto con su religión, y que marcará el resto de nuestras podridas vidas. Básicamente nos dirá si sentiremos con olor a super re-mierda, con olor a azufre re podrido, a putrefacción humana, solamente a azufre, o simplemente a algún compuesto químico con mal olor. Pero todos, absolutamente todos, oleremos a una sociedad muy llena de mierda.
La casta más baja son los famosos "intocables": una casta destinada a vivir en la indigencia más paupérrima e inimaginable que jamás allá visto. El más indigente egipcio podría ser considerado un ciudadano sueco del primer mundo. Una casta tan desgraciada y humillada como la mierda misma que tienen que limpiar: se dedican básicamente a limpiar la mugre de los demás. Son los "intocables" porque "da mucho asco tocarlos", como me explicó un joven indio, de castas superiores, vestido como ciudadano del primer mundo.
Las mujeres de esta sociedad no corren mejor suerte tampoco: en la cuarta página del Times de India de esta semana, el fetocidio femenino ocupaba una página entera. Al principio me costó entender qué era: se trata básicamente de abortos producidos por "voluntad propia" (por favor leer con grandes comillas) cuando la familia se entera que espera una hija mujer y no un hijo varón. Según el recorte, se da generalmente en las castas más altas (supuestamente las más educadas y con más acceso al estilo de vida "occidental").
De noche, en Red Fort con amigos
Hace unas semanas murió asesinado un joven en India. No era cualquier joven: era el primer "intocable", en toda la historia de India, que se presentaba a presidente del Centro de Estudiantes de la Universidad. Lo agarraron a la salida de la Universidad, estudiantes universitarios de castas superiores, y lo mataron a golpes. Sus padres buscan justicia, una justicia que desafortunadamente no creo que encuentren... jamás.
Los que soñamos con cambiar el mundo... me pregunto: ¿qué hacer con la India? Nosotros tenemos el privilegio de soñar que algún día venceremos, que las inequidades dejarán de existir, que la pobreza es producto de un sistema que atropella, invade, fulmina, acosa, ahoga y mata. ¿Pero qué sucede cuando el problema no es el sistema, sino nosotros mismos?
Sería un cliché decir que la India es un país impresionante, que lejos del espiritismo que le venden a los turistas, es un país que nos enseña a ver a la humanidad desde lo que realmente somos: una humanidad que olvida fácilmente, destruye, abandona, esclaviza, invade y lastima.
En la noche de Deli
Al volver y contar todo esto, mis amigas me acusaron de "capitalista": ¿cómo cambiaste eh?, fue la frase inquisidora. Pero no, yo no he cambiado. Acuso a una humanidad que oprime y me niego rotundamente a aceptarla. No creo en ninguna espiritualidad más que en la equidad, y acepto amar con locura los privilegios que la vida me ha dado: no necesito tirarme al Ganges para saber que es un asco, con solo ver su color oscuro y los cuerpos yaciendo huérfanos, me deleito con mi hermoso Paraná.
Sí, he vuelto a casa reafirmando que lo nuestro no es perfecto, que de alguna manera tenemos nuestras "castas"... pero por favor, ¡no me vengan con pelotudeces! No comparen el "problemita" del servicio de limpieza urbana con la contaminación aérea de El Cairo, no me comparen la "opresión femenina" en Occidente, con la situación de la mutilación genital en África, no me vengan a querer explicar que una villa en la Argentina es lo mismo que la India... porque lo único que hacen es reafirmar mi frase: "los argentos viven adentro de una GRAN burbuja".
Luchemos, cambiemos y mejoremos nuestra sociedad, que aún hay mucho que hacer. Pero tengamos presente que somos unos PRIVILEGIADOS.
Salud
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