Increíblemente Septiembre ya está terminando. El tiempo pasa volando y no tengo la más mínima sensación de aburrimiento.
Todos los días es una anécdota nueva de mi vida en tierras faraónicas, que si las escribiese a todas en el blog, no tendría tiempo de vivirlas. Las cuestiones políticas las guardo celosamente para mis adentros, es la primera vez en mi vida que haré un pequeño resumen: es una dictadura, una sociedad de mierda que marcha hacia la incivilización, así que por favor, no molesten porque no hay ningún otro análisis profundo para hacer.
La llegada de mis amigos Claudia y Pablo fue más que esperada. Realmente tenía ganas de tener un poco de contacto con Occidente, con los amigos, con las risas fuertes, con los abrazos, las charlas hasta altas horas de la noche... en fin, una cita con la amistad. Pero también fueron una prueba de mis avances, sin quererlo y sin darme cuenta.
Entre todas las cosas que aprendí con ellos, la primera es que hablo árabe pero no quiero hablarlo. Tengo un bloqueo psicológico de negación mental hacia una cultura extremadamente hostil. Es mi forma de decir "te ignoro, no existís, con vos no me comunico" (o no tengo ganas de comunicarme).
Alicia en el país de las maravillas sería la mejor forma de explicar lo que representa Egipto para mí. Y al pobre autor que lo tildaron de drogadicto, yo diría más bien que se pegó un viajectio por estas tierras. Hasta los escalones de mi edificio, construidos por alguien que no estudió geometría, me hacen recordar el ilustre cuento.
Lo segundo que aprendí es que puedo defenderme sola de las fieras. Este fin de semana nos vinimos al Mar Rojo - parada obligada en Egitpo - pero tuve que venir sola porque Ramy se quedó trabajando. Mis amigos haciendo una excursión en el Sinaí... la ida la tuve que hace totalmente sola. Primera parada en un pueblito, comprar otro pasaje para finalmente llegar a Dahab. Desde el Cairo me compré dos pasajes, cosa de evitar egipcios acosadores - sé defenderme pero no soy pelotuda tampoco!
En la mitad del camino más de uno se me quiso sentar al lado - aprovechando que yo roncaba de lo más lindo - pero dejé el bolso puesto en el asiento de tal forma que me despertara si alguien osaba acercarse. Los saqué rajando, de más está decir. Después se me quiso sentar una nena de unos 7 años, y estaba a punto de decirle que sí, cuando el chip de occidente cambió al de la jungla y pensé: no, si después el hermano le quiere cagar el asiento, cagué. La tuve que rajar también. Es feo, me sentí mal, pero esto es la ley del más fuerte, una guerra constante de agresividad de todos contra todos, en donde siento que no te queda otra más que protegerte.
Cuando llegué al pueblo para comprar el próximo pasaje, obviamente nadie sabía nada ni era capaz de ayudarme. Fui a la dos boleterías y me dijeron que solo tenía que esperar el colectivo en la puerta de la estación (cuál de todas?) sin explicarme tampoco cómo reconocer el mío entre cientos de colectivos exactamente iguales.
Puteo. Siempre puteo. Pedazos de hijos de puta. Vuelvo al chofer que nos trajo del Cairo, parecía amable. Me dice lo que efectivamente sucede en cualquier mundo normal: que el boleto tenía que comprarlo... en la boletería!!! Vuelvo a la ventanilla del hijo de puta que no quiere venderme el pasaje.
A cara de perro le vuelvo a preguntar. Mientras me contesta, otro guacho de mierda le pregunta algo, a los gritos como siempre, como si yo fuera de vidrio. Me doy vuelta y le digo: "Señor, está gritando y no puedo escuchar la respuesta, ¿puede parar un segundo?". No sé si habrá entendido inglés, pero el simple hecho de que una mujer le esté gritando y ordenando algo, debe haber sido el trauma más importante de su vida. Quedó helado y mudo.
Prosigo, vuelvo a pedirle que repita. Contesta, haciéndose el pelotudo: "en la puerta, espere el colectivo". Ah sí? Sos guacho? Yo soy guacha y media. Saco mi celular, llamo a Ramy. Eran las 7 y media de la mañana. El otro atrás mío todavía está helado y mudo. Atiende Ramy y le digo: "Ramy, este señor que no se le entiende lo que dice y que apenas sabe hablar, ¿podés preguntarle cómo hago para comprar un pasaje?" A todo esto, estoy mirándolo fijo a los ojos. Sé que me atiende. Se muerde la lengua de bronca. Cuando le estoy pasando el teléfono le digo la última frase cúlmine que mata a cualquier egipcio (los títulos nobiliarios son mortales en todas partes del mundo): "DOCTOR Ramy, mi esposo, quiere hablar con Usted".
El de atrás sigue petrificado. Creo que cada vez entiende menos. El boletero con la boca abierta. Le habla a Ramy y me devuelve el teléfono. Ramy me explica que hay dos opciones: un colectivo que sale a las 9 o esperar el colectivo en la puerta. Le digo a Ramy que le diga que quiero el pasaje de las 9, levanto la vista, vuelvo a mirarlo a los ojos y explico: "es lo que le estuve pidiendo desde el principio, pero parece que no PUEDE entender". Me vendió el pasaje. No le quedó otra.
Llegué a Dahab sola, sana y salva. Sin haber sido violada, pisoteada ni acosada. Estaba tan feliz, que esta vez me compré un solo pasaje. Y como ya les dije que seguro Dios ronda por estas tierras, me tocó en un asiento sola.
Septiembre ya termina, y en cuanto menos me dé cuenta, quedan simplemente 2 semanas para volver a Argentina. Si hay algo más que he aprendido con Claudia y Pablo, es que no hay como los amigos...
Besotes a todos, nos vemos pronto,
Regi
xxx