Aida muere enterrada con su amado, porque antes de vivir una vida llena de arrepentimientos, prefiere morir...
Cuando caminaba hacia la ópera, de pronto me vi reflejada en una vidriera, con mi sacón negro y por un instante soñé que volaba. Lejos de ver una "sátira" à la Verdi del Egipto que pocos conocen, yo pensaba en esos 80 millones de personas que deberían estar durmiendo pero que probablemente aún giraban por las calles del Cairo. Y Ramy, ¿qué estaría haciendo?
Compré las entradas en un ataque de ira: mi segunda fin de semana en Argentina, lejos de Ramy, y aún sin novedades de una carta que lo único que necesita, es ser firmada. Inclusive a 20 mil km. de distancia, sigo encontrando razones para odiar a un país tan detestable como la polenta. Porque si a Mafalda no le gustaba la sopa, yo rechazo la polenta. Y como todo conmigo, es inconciente: aunque me gusta comerla, por alguna razón misteriosa, mi cuerpo la rechaza, y así como llega hasta el estómago... vuelve.
Después de las noticias de Ramy, decidí salir a caminar y visitar a mi tía Aida. De camino pasé por el Teatro El Círculo y estaban promocionando la obra de Verdi, Aida; la ópera que trata sobre un amor imposible en Egipto. Parecía que esta destinado, y queriendo regalarme algo material, compré en la mejor ubicación posible.
Entre todos los presentes, solo un ser humano habría estado en el Salón Aida, el Salón original en donde se estrenó la obra de Verdi por primera vez en el mundo. Fue un regalo del Rey Egipcio para la Emperatriz Eugenia, de quien estaba perdidamente enamorado. De todos los presentes, habría solo una persona que espera el regreso de su faraón de una de las dictaduras del mundo más silenciosas y aceptadas por el mundo occidental.
Pero al contrario que Aida, nosotros no nos enterraremos juntos, entre tantas otras cosas, porque no creemos en la vida en el más allá ni en la reencarnación. Preferimos vivir esta a pleno, porque por las dudas, será la única que conozcamos. Esa fue la primera razón por la que un día de Abril decidí subirme al avión... y "ver qué onda". Porque sí, porque al igual que Aida, jamás quisiera vivir una vida llena de arrepentimientos.
Y así fue que disfruté esta noche, a 3 semanas lejos de Ramy: en la ópera, nada más cheto. La vida tiene sus vueltas, y no sé cómo, siempre acomoda las cosas... Y ante la desesperación no me queda otra más que esperar, esperar la llegada de un ser amado.
Mientras, revivir en Rosario de cara al río... Revivir en el aire que se respira, en las caminatas en paz, en la libertad que es soñar que uno vuela, en correr, en caminar, en sentirse libre, en volver a ser un ser humano, en volver a ser escuchado y respetado... Revivir... para recibir a Ramy más feliz que nunca.
Será un adios? No lo sé... imagino que ahora será tiempo de escribir las anécdotas de la llama ;o)
Hasta pronto,
R
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LA LLAMITA NOT DEAD...!
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