Casa de la tribu Massai
Viajar a Tanzania no fue una decisión fácil. Volver a África no estaba en mis planes, y después de Egipto, pensar en el África subsahariana (también conocida como “África negra”) me daba dolor de panza.
El panorama se volvió más tenebroso cuando Giancarlo (el italiano coordinador general del proyecto) nos dijo que había tenido la “fabulosa” idea de hospedarnos primero en Kenia y que viajaríamos por ruta, en un colectivo de línea normal, hasta Tanzania.
Same, Kilimanjaro
Es difícil describir el panorama: colectivos del año del pedo, sucios, destrozados y malolientes es lo de menos. Por suerte, nunca fui una persona que se “impresionara” por la limpieza – o falta de ella. Me adapto rápido a todas las condiciones existenciales, y generalmente no me quejo de absolutamente nada cuando de condiciones de viaje se trata. En mi casa, me enseñaron a comer lo que está en el plato sin chistar y la verdad que tampoco me hago problema por dónde dormir: ¡me quedo dormida con facilidad hasta en el cine!
Niño Massai arreando vacas
Lo dramático era imaginarme viajando con europeos en un colectivo africano durante 12 horas, con los riesgos de seguridad que eso significa y con la demencia europea como líder. Ese era mi mayor temor. A ninguno se le ocurrió que como era el África, capaz que no había estaciones de gas en el medio y que tampoco habría ni agua ni comida en el camino. Y por lo tanto, nos quedamos 12 horas sin tomar agua ni poder comer.
Sinceramente, a pesar de todo, debo agradecer a Giancarlo por la experiencia. Sin haber vivido y estado en donde estuvimos, jamás hubiese podido conocer la verdadera Tanzania.
Conociendo a los Massai
Tanzania es un país de tribus: con más de 100 tribus diferentes, 127 idiomas y multiplicidad de religiones. Un país técnicamente más pobre que Kenia, pero mi impresión fue que es mucho más rico en dignidad humana (el neoliberalismo está haciendo estragos en Kenia).
Cuando uno piensa que los asentamientos humanos más antiguos provienen de esta región del mundo, es difícil pensar en términos de “civilización” o “barbarie”. Después de todo, para esta gente, nosotros, los occidentales, somos los que recién estamos aprendiendo a caminar. Invadidos por absolutamente todas las potencias del momento, desde los persas, hasta los árabes, pasando por diferentes países europeos, los tanzanos conservan sin embargo un fuerte sentido de la dignidad humana, una increíble relación con la naturaleza y el medio ambiente y una gratitud y hospitalidad inmensas.
Tanzania es un pequeño país cubierto de sabana; sólo el 4% de su territorio es cultivable aunque la mayoría de su población vive de la agricultura y camina diariamente varios kilómetros para poder obtener agua.
El maestro en su escuela rural: los bancos bajo el árbol
En el 2006 Tanzania fue uno de los 19 países cuya deuda externa fue condonada por ser uno de los países más pobres y endeudados del mundo. Sin embargo, tiene una tasa de alfabetismo que ronda en el 78% y sus habitantes hablan en general suajili e inglés de manera natural.
Anciana Massai de más de 90 años
Una de las tribus que visitamos fue justamente la de los Massai, un pueblo guerrero que se niega a “modernizarse” y decide cuidadosamente qué tomar de Occidente. Los Massai practican la mutilación genital femenina, no les interesa que sus hijos vayan a la escuela porque son más útiles arriando vacas y miden su riqueza según la cantidad de bovinos que tenga una familia. Pueden casarse con más de una mujer mientras que la cantidad de vacas se lo permitan y la fecundidad es simplemente más mano de obra familiar. Eso sí, el teléfono celular es un elemento indispensable para estos nómades ganaderos.
En sus rostros puede verse el inicio de la humanidad, el hombre que persigue los animales para su subsistencia y que se traslada de territorio en territorio, adaptándose a los desastres naturales y las contingencias diarias. Pero los inicios de la humanidad ya están lejos y los Massai han tenido que reconvertirse en pueblos sedentarios agricultores; algo que va sucediendo lentamente pero que el avance de la urbanización y el cambio climático aceleran a paso agigantado.
No llores por mí Tanzania…
La crisis empezó en el bus. Una de las italianas comenzó a llorar: “pobres africanitos”, los gallegos se dedicaron a repartir juguetes y yo lo único que pretendía era que la tierra se abriese y me tragara.
Habiendo presenciado la “civilización” característica de los europeos en Egipto, con los italianos y los españoles me quedé corta. No me malinterpreten, mis amigos italianos y españoles sabrán cuánto los quiero, pero por Dios, ¡por algo se están hundiendo! El representante de la Junta de Galicia se dedicó a gritar, al mejor estilo Manolito, todo el safari cuando se nos indicó ESTRICTAMENTE que no debíamos emitir un solo sonido por respeto a los animales. Ni qué hablar de sus amantes en pleno proyecto pago por la Unión Europea. Claro, ¡no imaginan con qué orgullo les refregó en la cara a los pobres tanzanos cuánto debían agradecerle a la Unión Europea por haber pagado TODO!
Las leonas se tiraron a dormir la siesta
Los italianos un tema aparte: un prototipo de argento mafioso de los años ‘60, con mezcla de argento menemista de los años ‘90, potenciado por el hecho de que al menos, algo hemos aprendido en Argentina y ya nadie se atreve a decir, con orgullo, que desearía ser Menem. Para los italianos, sin embargo, su sueño es ser Berlusconi. Una mezcla de católicos tercermundistas con hippies suecos subdesarrollados, los italianos son una mezcla incomprensible de alegría, gritos, buena onda, desorden y más desorden. Llegar tarde era culpa de los africanos, por supuesto, por más que nosotros éramos los que nos levantábamos tarde, o pretendíamos imprimir las hojas necesarias para trabajar 5 minutos antes de que empiece la actividad. La única italiana pelotuda atómica que tenía el impuesto al pasaporte pago y al día, era io. El resto piensa que el impuesto es injusto, así que no lo paga.
Durante la visita a los Massai, las lágrimas de los colonizadores europeos empezaba a desfilar por sus rostros. Intenté explicarles que probablemente esta gente tenga mucho más para enseñarnos que las pelotas de tenis que repartían los gallegos; pero creo que mi mensaje jamás llegó a buen puerto.
¿Quién sobrevivirá en los próximos 50 años? ¿Nosotros, una civilización que sobre-produce, sobre-consume, explota, destroza, dilapida, arruina, desmantela y contamina? ¿O un pueblo milenario que vive según las reglas naturales de la Tierra, en respeto con todo el ecosistema que los rodea?
Hace una semana, estábamos mirando la tele con Ramy y haciendo zapping justo caímos en Avatar. Ya la habíamos visto en el cine juntos. Pero fue mirarnos a la cara, sonreírnos y saber exactamente lo que el otro estaba pensando. Avatar no es un mundo de fantasía, existe. Los que vivimos en un mundo de fantasía, somos nosotros.
Envidio tanto esa conexión que tienen con la naturaleza, con los animales, con su entorno, con la vida, con el cielo y con la tierra. ¿Por qué mierda lloraban los europeos? Yo tenía ganas de llorar porque pensaba: “¿para qué voy a tener hijos si mi mundo se termina en menos de 50 años?, ¿cómo fue que perdimos esa capacidad de vivir en sintonía con nuestro medio?, ¿cómo fue que nos volvimos tan dependientes de un par de zapatillas, de una remera, de un desodorante, de un baño diario, de 3 comidas diarias, de un auto, de un colectivo, del supermercado, de una birome, de un lápiz, del papel, de una lata, de una computadora, de un vaso, de equipos para hacer gimnasia, de las bolsas plásticas, de las sillas, de las mesas? ¡Por Dios! ¿Cómo fue que nos volvimos TAN INÚTILES? Mi primer pensamiento fue: tengo que tirar varias cosas de mi casa.
Ni qué hablar del safari: una reserva ecológica natural adentro del cráter de un volcán: Ngoro-Ngoro, Patrimonio de la Humanidad.
Sarmiento hablaba de “Civilización Y barbarie”. Pero éstas nunca fueron compatibles y finalmente la barbarie terminó asesinando millones de inocentes en la campaña del desierto en nombre de la “civilización”. Esa misma barbarie que lloraba ante la ausencia de una Play Station o un par de zapatillas en la villa Massai, que no podía entender que esos niños estaban muy bien alimentados, que estaban mejor protegidos de enfermedades comunes que aquéllos que habían inmigrado y lejos de los centros de “producción” de enfermedades tales como la gripe A. Esa misma barbarie que pensó en llevarle un juego de tenis a un niño Massai que camina 10 km. todos los días para arrear sus vacas y llevarlas a tomar agua.
Civilización O barbarie, esa es la cuestión. ¿De qué lado estás?
R
Nota: como siempre, odio herir susceptibilidades, pero tampoco me gusta la censura. Si de algo vale mi consejo, para este tipo de viajes, búsquese un acompañante brasilero/a. Las brasileras fueron lejos las mejor parte del viaje: divertidas, ubicadas y siempre una sonrisa, se ve que la chispa latina tira ;o)